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Quejarse no es bueno

Y me refiero a quejarse de verdad, no a hacer lo que parece haberse convertido en nuestro deporte favorito, más parecido a patalear o lloriquear como niños de teta. Qué si fulano ha hecho tal, qué si mengano ha hecho cual. Qué si tú lo has hecho antes....vamos, como malditos niños. Pero cuando te quejas de verdad, cuando criticas algo que tambalea los cimientos de las cuatro o cinco personasdecorado qué están a tú alrededor, es cuando ves realmente el conformismo de los que creías tus semejantes. Además, si se tratase de temas realmente serios quizás podría comprender que la sombra del futuro incierto les hiciera cagarse en los pantalones como a las criaturas que maman lo que ellos ganan trabajando, pero no es así. Para ellos tú no eres adulto, no tienes sus preocupaciones, no puedes opinar, cuando en el fondo lo que les jode es que no son libres.
Ser adulto no es tener un trabajo diario, una casa que pagar y un niño que te despierte en medio de la noche llorando....no, nos equivoquemos. Eso era el fin en época de nuestros abuelos y de algunos de nuestros padres (los cuales lo hicieron por pura inercia) Considero que una parte de este viaje al final de la noche es ser consciente y responsable de nuestras acciones, hayan sido llevadas a la praxis o no y no pretender llegar a ser "lo que los demás son". Si quieren hijos que los tengan, si quieren una casa que la tengan pero que no pataleen cuando no haya sexo con su "parienta" porque están molidos por la noche, ni tampoco cuando lleguen tarde y de mal humor al trabajo porque el niño ésta mañana no quería desayunar. Así solo demuestran que viven una realidad que alguien les ha impuesto. En muchas ocasiones ese alguien son ellos mismos.
Una vez asumida esa no aceptación (algo ya de por sí contradictorio) pasan a convertirse en ese pelele al que tanto odiaban cuando tenían 18 años y el camino de no retorno empieza a ser andado. Deshacer ese peregrinaje es prácticamente imposible, la lobotomía a la que la sociedad les ha sometido no les permite atacar la mano del psiquiatra que les ha operado. Desde el momento en el que pisaron la consulta perdieron ese privilegio. Incapaces de decidir se han convertido en los mejores policías del sistema y castigan con sus rudimentarios métodos toda demostración de individualismo y libre pensamiento, mientras que con su actitud se convierten en el ejemplo del camino a seguir.
Es en estos momentos en los que más aprecio mi amargura. Ella ha hecho de mi lo que soy. Ha impedido que disfrute de ciertas mieles pero también me ha protegido de otras influencias nocivas y lo sigue haciendo. Podéis venir con vuestro aspecto inofensivo y vuestras buenas maneras. Lo único que sacareis de mí es la misma mierda de la que tanto huís. Esa misma mierda que crece en vuestros hogares de manera descontrolada sin que os deis cuenta.